¿Cuántas veces has sentido que una emoción te domina sin saber exactamente de dónde viene? La manera en que experimentamos la vida está profundamente influenciada por nuestras emociones, pero también por el lenguaje con el que las interpretamos. Desde la Ontología del Lenguaje, se enseña que no solo habitamos un mundo físico, sino que construimos nuestra realidad a través del lenguaje. Y dentro de esta realidad, nuestras emociones juegan un papel fundamental.
Las emociones no son simples reacciones automáticas; son interpretaciones que hacemos de los eventos que nos rodean. El lenguaje no solo describe nuestra experiencia, sino que la moldea. Esto significa que la forma en que nombramos nuestras emociones afecta cómo las sentimos y cómo respondemos a ellas.
La psicóloga Lisa Feldman Barrett (2017), en su libro How Emotions Are Made, respalda esta idea con estudios que demuestran que cuanto más precisos somos al nombrar nuestras emociones, mayor es nuestra capacidad para gestionarlas de manera efectiva. No es lo mismo decir «Estoy mal» que identificar si se trata de frustración, tristeza o ansiedad. Cuanto más afinado sea nuestro lenguaje emocional, más posibilidades tendremos de transformar nuestra experiencia.
Veamos el caso de Sofía, una emprendedora apasionada, solía sentirse constantemente «estresada». Con el tiempo, a través del coaching ontológico, aprendió a distinguir entre ansiedad por el futuro, frustración por resultados no alcanzados y agotamiento físico. Al precisar sus emociones, pudo abordar cada una con herramientas adecuadas: la ansiedad la gestionó con planificación, la frustración con autoaprendizaje y el agotamiento con descanso. Lo que antes era un estado de «estrés» incontrolable, se convirtió en emociones concretas con soluciones específicas.
En el caso de Walter, un líder de equipo, enfrentaba conflictos recurrentes con su equipo. Siempre decía «Estoy enojado con mi equipo», lo que lo llevaba a responder de manera reactiva. Al profundizar en su autoconocimiento, descubrió que su enojo no era solo enojo, sino una combinación de decepción y temor a perder el control de los proyectos. Una vez que pudo distinguir esas emociones, su forma de comunicarse cambió: en lugar de reaccionar con ira, comenzó a hacer preguntas para comprender mejor a su equipo y generar conversaciones más productivas.
Todos vivimos y pasamos diferentes experiencias, a algunos les lleva mas o menos tiempo aprender a reconocer «en que emoción esta», y ponerle nombre a esa emoción es un primer paso importante para empezar a gestionarla.
Estos son algunos pasos que puede seguir:
- Escucha tu propio lenguaje emocional: ¿Dices «estoy mal» sin especificar qué sientes realmente? Practica el nombrar con mayor precisión. ¿Qué significa para tí estar mal?
- Amplía tu vocabulario emocional: Cuanto más preciso sea tu lenguaje, mayor será tu capacidad para gestionar lo que sientes. ¿Cuando te sientes mal como respiras? ¿Qué piensas o que te dices?
- Cambia tu narrativa interna: Reformula frases como «No puedo con esto» por «Estoy sintiendo frustración, ¿cómo puedo manejarla?».
- Crea espacios de conversación: Compartir tus emociones con otros de manera clara y consciente fortalece las relaciones y genera soluciones.
Las emociones no son ni buenas, ni malas, sino que son mensajeras que nos ofrecen información valiosa sobre lo que sucede en nuestro interior. A través del Coaching Ontológico, podemos aprender a identificarlas, nombrarlas con precisión y gestionarlas de manera efectiva. En última instancia, el lenguaje que usamos para hablar de nuestras emociones define nuestra capacidad para transformar nuestra vida.
¿Qué emoción necesitas nombrar hoy para comenzar a gestionarla mejor?